Apreciado compañero,
Si usted me lo permite, más
que escribirle en su condición de presidente de Venezuela, quisiera escribirle
al ser humano, al hombre de los ideales bolivarianos, al revolucionario que ha
dedicado buena parte de su vida para hacer de la causa de los pobres de
Venezuela y de Nuestramérica, su propia causa. Por ello, permítame que enfatice
en la palabra compañero.
Hoy lo imagino como al Bolívar
enfermo dando la batalla por la vida. El Bolívar que nació en Caracas y murió
en Santa Marta, atando irremediablemente la historia de Colombia y Venezuela
para siempre. Un nudo que culminaba el tejido inmenso con el que había creado
la Gran Colombia, ese gran país del que Perú, Bolivia, Ecuador, Nueva Granada y
Venezuela fueron parte.
Usted no ha sido el primer
bolivariano después de la gesta del Libertador, ni su revolución la primera en
pretender unir al continente, pero si es uno de los que más lejos ha llevado
ese proyecto, con el que siempre hemos soñado quienes estamos convencidos que
nuestra grandeza pasa por la construcción de la gran patria latinoamericana que
Bolívar quiso hacer de Nuestramérica.
A diferencia de Bolívar que
desde su postración en Santa Marta repasaba una a una sus grandes epopeyas y se
lamentaba de las grandes traiciones de sus más cercanos, usted no
está solo. Lo arropa un pueblo que lo siente como su más digno representante,
que le sigue y que le demuestra sus afectos. No está solo porque desde los
países hermanos, hay presidentes afines que impulsan ideales similares a los
suyos, es decir la lucha por libertad, la igualdad y la solidaridad. Lo que en
términos bolivarianos se traduce en la lucha contra el imperialismo, contra la
oligarquía y el impulso a la integración latinoamericana.