dimarts, 4 de juny del 2013

Colombia sigue jugando a ser el caín de Nuestramérica

Por Estheiman Amaya

El anuncio del sábado 1 de junio del presidente colombiano Juan Manuel Santos, en el sentido de que este mes se va a suscribir un acuerdo de cooperación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y que a Colombia le gustaría “ingresar” a esa organización, es una prueba más del alineamiento colombiano como peón en la estrategia militar norteamericana frente a los países progresistas del continente.


El crispamiento de los ánimos de sus vecinos no es para menos. Después de la disposición colombiana para el establecimiento de bases militares estadounidenses y de misiles apuntando a la Venezuela de Chávez y al Ecuador de Correa, esta es una nueva amenaza encubierta a los países del Alba y la provocación más significativa del gobierno de Santos a Venezuela, Nicaragua, Bolivia y ecuador, que han mostrado claramente su posición anti-imperialista.

Aunque el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, declarara que se “está armando una tormenta en un vaso de agua”, porque está claro que Colombia “no puede ser país miembro” de la Otan, también añadió: “Lo que nos interesa es ingresar como un país asociado”.

Es claro que la “intención” de Colombia no es más que otra demostración de la influencia de los estadounidenses en las decisiones militares del gobierno colombiano y una nueva movida en el ajedrez geopolítico para promover una agenda de desestabilización regional, de ataque contra la revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales.

No en vano este anuncio se hace a una semana del encuentro de Santos con el líder opositor venezolano Henrique Capriles. Reunión que según denunciara el presidente Venezolano Nicolás Maduro es una prueba de que se está convirtiendo a Bogotá en un centro de conspiración contra el gobierno bolivariano de Venezuela, donde se planifica el asesinato de Diosdado Cabello, presidente del Parlamento venezolano, y el envenenamiento del propio Maduro.

El acuerdo de cooperación que se firmará con la OTAN está centrado en el aprendizaje del país en tres temas: derechos humanos, justicia militar y educación a las tropas. Se busca seguir un proceso de cooperación internacional en el que el país ya está embarcado y que será clave en el futuro de las Fuerzas Militares en el marco de un pos-conflicto.

Desde Bruselas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte se pronunció para aclarar que Colombia “no cumple con los criterios geográficos” para ser miembro de ese pacto, pero agregó que está interesada en impulsar la cooperación con este país. Dicho acuerdo “permitiría el intercambio de información clasificada entre la Alianza y Colombia”.

Es una pena que Colombia siga jugando a ser el Caín de Latinoamérica que esta nueva iniciativa no sea más que una puñalada al corazón de los pueblos de Nuestra América.

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